Ayudantía Saúl

viernes, 16 de abril de 2010

Kleinianos - Transferencia, Superyó, Regresión

Si bien el psicoanálisis nace como una teoría unificada, al alero de Freud, al poco andar comienzan las disidencias en cuanto a la técnica como a la misma teoría. En este escenario algunos han apostado por centrarse en lo que creen más cuerdo, mientras que otros afirman que hay conceptos que no están completamente definidos lo que puede afectar en la utilización de la técnica

Entre estas discusiones comenzaré desde la definición de técnica psicoanalítica expuesta por Macalpine (1950) “La técnica psicoanalítica puede definirse como el único método psicoterapéutico en el cual una regresión infantil y unilateral, la transferencia analítica, es inducido en el paciente y es analizado, elaborado y finalmente resuelto” (p.29). Creo que si bien la idea de regresión infantil puede fundamentar de forma coherente lo ocurrido en sesión, en esta definición es necesaria la inclusión, o más bien la explicitación de la contratransferencia en el espacio analítico, que si bien no es necesario exponerla como tal, es una herramienta más en el método psicoterapéutico ya que es objeto de trabajo, al igual que la transferencia presentada en el paciente. Si bien es importante que el terapeuta no actúe su contratransferencia, por la necesidad de que se mantenga neutral, como espectador y no como un coactor, si es esencial que ésta sea tomada en cuenta ya que es información adicional que el paciente entrega, por lo que es necesario no perderla, intentando establecer los límites entre lo que pertenece al paciente y que es lo que pertenece al analista.

Por otro lado se encuentra la transferencia, la que entre sus divergencias se encuentra la postura de de interpretarla desde una primera entrevista hasta la visión de que se va dando en un proceso. Siguiendo la postura de Macalpine (1950), se podría afirmar que la transferencia se establece en un proceso, en el cual primeramente hay una adaptación al encuadre infantil, luego se daría la neurosis transferencial donde el paciente representa al niño y finalmente habría un camino de retorno a la adultez. En este sentido las manifestaciones, reacciones y actitudes infantiles y regresivas propias de la transferencia se evidenciarían in crescendo con el paso del tiempo del análisis. Por otro lado, en la técnica de trabajo de Melanie Klein expuesta por Hanna Segal, se plantea que “todas las comunicaciones del paciente en la sesión son juzgadas como contenedoras de un elemento de fantasía inconsciente, aunque puede ser evidentemente externo” (1972, p. 239). Siguiendo esta línea lo óptimo sería interpretar la transferencia desde la primera sesión, ya que desde el comienzo se procura tomar contacto con las fantasías inconscientes del paciente, ya que son herramientas para el trabajo analítico. Por otro lado Strachey (1934) plantea la interpretación “mutativa” la que contrario a lo anterior se da en pasos pequeños.

Creo que si bien fantasías se pueden presentar desde el primer momento de la primera sesión, se deben tomar con la suficiente cautela de entender al paciente, de ponerlo antes que su fantasía a través del conocimiento que se vaya adquiriendo de él, para no dedicarse a ser un intérprete de ellas (las fantasías y la transferencia) en pos de la satisfacción del analista por hacerlo, si no que se debe intervenir en pos del mejor proceso que puede ser trabajado con el paciente, quien es el centro de nuestro trabajo.

Por Viviana Muñoz

5 comentarios:

  1. A raíz de lo planteado por Viviana surgieron en la ayudantía una serie repreguntas que me gustaría, desde mi opinión personal, contestar a continuación. Se hablo del setting de la sesión analítica que promueve la “neutralidad del analista”, una especie de transferencia unilateral. Pero ¿es posible la comúnmente mencionada neutralidad del terapeuta? ¿Puede ser la transferencia unilateral? Muchas analistas se ven sesgados en su trabajo por su intento de recrear con el paciente las reglas clásicas, olvidando muchas veces que la relación terapéutica involucra a dos seres humanos que intentan trabajar en conjunto. A mi parecer la idea y la regla del analista de que trabaje como un simple espejo para el paciente permitiendo así que éste recree en sesión sus distintas fantasías inconcientes, que sea neutral es tan solo una ilusión y un desconocer su condición humana. Mi opinión es que esto implica atribuir al terapeuta un exceso de poder, creer que éste puede traspasar su condición humana renunciando a sus sentimientos, deseos y conflictos. No solo no es posible reprimir absolutamente los sentimientos y llegar a ser neutral, si no que además se renuncia a una herramienta de utilidad para el análisis.
    Creo que no hay que caer en el error de invalidar los sentimientos, se renuncia a una serie de elementos humanos desvitalizando la sesión terapéutica cayendo incluso en el absurdo de forzar interpretaciones en ciertos casos. Por lo que no existe, a mi parecer, la transferencia unilateral ya que la sesión analítica transcurre en un continuo juego entre la transferencia por parte del paciente y la contratransferencia por parte del analista, ya que ambos son seres humanos con reacciones emocionales. La gran diferencia es que el analista tiene la formación y los conocimientos, para orientar en parte sus reacciones emocionales en pos de los objetivos terapéuticos, logrando utilizarlas como fuentes de información. Por lo que no cae simplemente en el acting, si no que se responsabiliza de su contra transferencia. Por lo que es una ilusión que el analista busque ser neutro, en la aplicación de su técnica están implícitas sus reacciones emocionales. En definitiva si el analista lucha continuamente en contra de la emergencia de sus sentimientos nunca podrá ganar, solo vera coartada su espontaneidad mostrándose rígido en exceso, lo cual ira en detrimento de la sesión analítica.

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  2. Creo que todas estas discusiones se remontan a que el psicoanálisis está viviendo una actualización y modificación. Anteriormente, no se cuestionaba la técnica estricta del diván y la neutralidad del paciente. Los psicoanalistas aprendieron a hacerlo así y esa era LA manera de hacer análisis. Sin embargo, de a poco ha ido apareciendo la importancia de la figura del analista interviniendo en el análisis. Quizás hay influencias de la orientación sistémica, de la cibernética de segundo orden, en la cual no se puede separar al observador de lo observado, o de los postulados de Varela de la (objetividad) entre paréntesis. Toda esta nueva visión ha afectado incluso la forma en que se hace investigación en las ciencias sociales. La investigación cualitativa toma esto en consideración, y la persona del investigador es alguien que constantemente se está revisando para dar cuenta del sesgo con el que está mirando al objeto de estudio, porque se acepta que es inevitable tener algún tipo de sesgo, lo importante es reconocerlo y tratar de que no interfiera. Lo mismo ocurre actualmente en la terapia. Hay grandes movimientos que están tomando más en cuenta al analista y no sólo su contratransferencia, sino que se da gran relevancia a la relación terapéutica, el vínculo formado entre ambos, a la alianza... Se habla de psicoanálisis relacional, teorías intersubjetivas, etc... Algunas de las cuales son tan radicales que uno se cuestiona dónde quedó el psicoanálisis en todo esto.
    De esta manera, es imposible entender el proceso terapéutico como algo “unilateral”, es indispensable la presencia de los dos actores dentro de un contexto analítico. Se podría entender como el nudo borromeo que utiliza Lacan para explicar topográficamente los registros. Ningún componente se entiende sin el otro: no se puede ser analista sin paciente ni contexto analítico (teoría psicoanalítica de trasfondo), no se puede ser analizado sin analista ni contexto analítico, y tampoco puede haber un contexto analítico sin analista y paciente. Cualquier componente que falte imposibilita la existencia de los otros dos. De esta manera, no sólo hay que atender al rol del paciente en el terapia, es fundamental ver la influencia del analista en ésta y de la orientación teórica que engloba y da el contexto a esta situación.

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  4. Frente al tema de la evolución de los conceptos y de la técnica en psicoanálisis, estoy de acuerdo con mi compañera, en cuanto a que dicha transformación teórica se debe a la actualización de la teoría y técnica. Sin embargo, me parece que dicho cambio no solo corresponde a las influencias de otras corrientes, en la comprensión de la situación analítica, sino también a los límites de la propia visión económica del aparato psíquico, postulada por Freud. Dichos limites para mi, han sido pesquizados por medio de la propia experiencia clínica de los terapeutas postfreudianos, que enfrentados a diversos pacientes, han debido ver las limitaciones de su perspectiva, y por ende, han recurrido a otras miradas que amplíen la comprensión de “aquel paciente que no se adecuó a la técnica o la teoría”.

    El punto central para mi, está puesto en cuan acérrimos seguidores o adeptos nos volvemos a nuestra propia visión teórica y cuanto ello nos cierra a la comprensión del paciente. Toda visión teórica posee un sesgo, es inherente fallar, pero lo importante es mantener la perspectiva más flexible ante cualquier eventualidad y que ello nos movilice a buscar, como terapeutas, otra forma de comprensión que nos permita salvar el “impasse” vivido, y lo mas relevante, ayudar al paciente.

    Nunca he compartido completamente la posición de “neutralidad” del analista, y si bien creo que es adecuado reservar ciertos aspectos que no son atingentes al proceso terapéutico, creo que es también vital, brindar al analizado un espacio de relación “real” en el sentido de una relación natural y espontánea, que no solo se ciña a la técnica, sino también a las contingencias de la vida cotidiana (no negar lo obvio y necesario en ciertas instancias, sea esto dar café para el frío, o una palabra de aliento ante una realidad cruda, que no requiere de interpretación alguna). Considero fundamental no perder de vista que se intenta comprender las problemáticas del SER HUMANO mediante el estudio psicológico y no de un ente ajeno a nosotros, y ello nos implica como humanos en el proceso terapéutico, con nuestros sentimientos, pensamientos y limitaciones.

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  5. Desde los textos vemos un cambio muy importante e interesante en la técnica psicoanalítica que se desarrollo en Freud. Cambio muy bien reflejado en el texto de Macalpine, en sus preguntas e investigaciones acerca de cómo ha cambiado la transferencia. Cambio que también se ve en ciertas frases, como la de Segal, que dice que “en el mundo fantástico del analizado, lo más importante es la persona del analista”. O también desde Strachey quién ve con buenos ojos la puesta del analista como un superyó auxiliar del paciente, sin negar que ahí debe producirse una identificación con el analista.

    Más que ver cuán distintas son estas postulaciones a como se supone se entiende lo que Freud planteó, me gustaría reflexionar sobre el contexto en que se da la técnica y el sentido del cambio, más allá del psicoanálisis, enfocándome un poco en lo cultural e histórico. En más de alguna parte he leído que sin el contexto vienés de finales de 1800, la técnica psicoanalítica no podría haber existido (tal vez por lo que sería una falta de histéricas para analizar). He leído también críticas sobre el psicoanálisis argumentando esto, que es una técnica antigua, de otro siglo. Sin embargo estas críticas fallan en ver que la técnica psicoanalítica ha ido cambiando, no sólo a través de nuevos expositores, sino incluso el mismo Freud. Porque lo que dice Freud en 1895 no es lo mismo que lo que dice en 1920 y aquí me parece importante pensar que la misma sociedad en que Freud vivía y se desenvolvía no es la misma en 1895 que en 1920. Porque el vivir una guerra mundial claramente debió tener efectos en las personas, en sus formas de vivir y enfermar, cambios que supusieron también dificultades al psicoanálisis. El mundo se mira de forma muy distinta conforme avanza el tiempo y esto ocurre tanto individual como colectivamente.

    Con esto me quiero preguntar sobre lo leído, porque a primera vista nos parece que se aparta de lo que es psicoanálisis, en tanto parece más una gran sugestión de parte de un analista que posee todos los significados de las fantasías y toda la importancia para el paciente, un analista que nos puede decir rápidamente, desde un primer momento qué significa eso que pensamos, que nos puede decir incluso como era nuestra vida psíquica de niños. Es quizás el texto de Strachey el que me hace pensar que la posición tan importante del analista en el psicoanálisis kleiniano se deba a algo cultural. Ver al analista como un superyó con respuestas, que sabe cómo hay que hacer, que nos puede corregir del error de nuestra vida; me parece un reflejo de una época tumultuosa en donde una figura que ampare la corrección y sobre todo alguien que esté dispuesto a ser esa figura, un líder, era muy bienvenido. Sin hacer una investigación exhausta del período y basándome en la fecha de publicación del texto (1934) me imagino un mundo ad portas de una guerra que se basó en las ideologías, en quién no era correcto, quién sí. Me parece que en un mundo donde era importante la identificación con algo, el psicoanálisis también plantea esa posición, una posición de “yo no sé lo que es bueno para mí, que otros me digan”. Por eso pienso que está figura de un analista poderoso y sabiondo es una respuesta a un mundo articulado de esa forma, de gente poderosa y sabionda que sabe lo que es bueno para los demás, un mundo de líderes. La técnica kleiniana responde a los márgenes de la época, tal y como la técnica freudiana lo hacía también (cambios en la técnica incluidos) y tal como tal vez el psicoanálisis intersubjetivo, las teorías humanistas o incluso lo lacaniano, responden a una época nuestra, donde el valor de la persona, de lo que dice y siente (tanto sea analista o paciente) tiene mucho más valor del que se le podía conceder antes.

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