Ayudantía Saúl

domingo, 30 de mayo de 2010

Balint - Falta Básica, Técnica, Trabajo

Este autor habla de sujetos que en algún momento de sus vidas alguien les falló; es una Falta Básica, ya que esta opera en toda la estructura del sujeto, es esencial abordarlos con el lenguaje apropiado y contener antes que interpretar. En el texto se habla de tres escuelas distintas, en como abordan los pacientes que están en el estadio de la falta básica, describiendo las técnicas terapéuticas que cada una profesa.

En primer lugar, esta la “técnica clásica” que se basa en experiencias pertenecientes al nivel edípico donde se juega la relación entre analista y paciente, formuladas a través del lenguaje adulto convencional. Esta determinada por una serie de parámetros técnicos, como número de sesiones, abstinencia del terapeuta etc. los cuales solo pueden ser flexibles hasta cierto punto, luego del cual los cambios son irreversibles. El problema de esta postura es que reconocen que hay pacientes que están más allá de la técnica clásica. Pero ¿Quién determina los criterios de selección de pacientes?, ¿Quién se hace cargo de elaborar terapias para aquellos pacientes?. Al entrar en el estadio de la falta básica, entramos en un tipo de relación terapéutica no estudiada y diferente a la edípica, que extraña importantes peligros. En mi opinión con esta postura la técnica clásica deja de lado la responsabilidad primaria que tiene con los pacientes, ¿Se deben adaptar los pacientes a nuestra técnica o adaptar la técnica a ellos?, ¿es correcto asumir el riesgo de expandirla a aquellos casos que en el momento actual no es capaz de abordar?. Como dice el autor no se debe abandonar esta tarea por su riesgo, como analistas debemos estudiar tantas relaciones primitivas no edípicas como sea posible para ver los factores que permiten su desarrollo; definir las condiciones a que debe ajustarse el analista si pretende controlarlas y utilizarlas como vehículos en las intervenciones.

En segundo lugar, esta la técnica con orientación Kleiniana que desarrolló un lenguaje y técnica de interpretación propios, capaz de abordar los procesos más primitivos previos al nivel edípico, permitiéndole describir fenómenos del ámbito de la falta básica. Este nuevo lenguaje de “locos” es enseñado y aprendido por los pacientes, pero esto conlleva el problema de generar una relación desigual, con un analista donde todo lo sabe y un paciente que cree que éste tiene los medios infalibles para ser ayudado. Esto es peligroso por que los lleva a introyectar la imagen idealizada del analista, generando una estructura mental más en cierto sentido ajena. Y por otro lado estos analistas buscan desaparecer las quejas de los pacientes, interpretándolas, pero surgen nuevas quejas creándose nuevas interpretaciones, en un espiral si fin. ¿Es posible llegar a poseer el acceso privilegiado al nivel de la falta básica?, ¿es realmente superable el abismo entre el lenguaje adulto y el niño que vive en el paciente?

En tercer lugar, un tercer grupo de analistas le entrega gran importancia a la técnica del “manejo” del paciente, donde se busca recrear el ambiente armonioso previo a la falta básica. En el texto se habla del gran experimento, el analista decide que con estos pacientes es necesario un nuevo régimen que trascienda a la tradicional pasividad. Desempeñar este papel con una paciente se ilustra en el caso de Ferenczi; donde esta le absorbía tanto tiempo como ella quería, varia sesiones por día, si quería durante la noche, podía acompañarlo en sus vacaciones etc., aunque paciente mejoro no podía considerársela sanada. ¿Puede a través del ambiente que genera lograr este estado armonioso evitando la emergencia de este trauma original?, ¿Puede realmente el analista identificarse con todas las necesidades del paciente?.

Por que en conclusión, en el texto se exponen tres técnicas en torno al estadio de la falta básica, una que deja de lado a estos pacientes, otra que cree que tiene el acceso privilegiado a ellos y una última que busca satisfacer al paciente en su estado regresivo. Como se pudo ver ninguna logra solucionar el problema, estos pacientes o no logran ser sanados o se los margina. ¿Debemos mantener el esfuerzo en buscar una técnica adecuada para trabajar en este tipo de relaciones preedificas?, ¿es finalmente posible de superar el abismo del lenguaje entre el adulto y el niño que llevan los pacientes dentro? , ¿Son estos pacientes realmente analizables?

sábado, 15 de mayo de 2010

Lacan - La Carta Robada


La teoría lacaniana, según Thibaut e Hidalgo, expande la concepción de Freud del psicoanálisis, permitiéndole resolver aquellas “resistencias” donde se había quedado empantanada. En el caso de la compulsión a la repetición, fenómeno que no es solo válido para la terapia sino que también para la vida cotidiana, la noción lacaniana permite ir más allá de ver a la compulsión a la repetición como resistencia en terapia. Dice que ésta se juega no solo en el fenómeno imaginario de la transferencia y la contratransferencia, sino que primordialmente en el orden simbólico y en las leyes de este orden.

“el sujeto sigue el desfiladero de lo simbólico…no sólo el sujeto sino los sujetos, tomados en su intersubjetividad…modelan su ser mismo sobre el momento que los recorre la cadena significante”… “el desplazamiento del significante determina a los sujetos en sus actos, en su destino, en sus rechazos, en sus cegueras, en sus éxitos y en su suerte, a despecho de sus dotes innatas y de su logro social, sin consideración del carácter o el sexo y que de buena o mala gana seguirá al tren del significante como armas y bagajes, todo lo dado por lo psicológico” (Lacan, 1956).

Así como en el cuento de “La Carta Robada” de Poe, el Ministro D no pudo más que repetir el comportamiento de la Reina (no hablar de la carta, hacerse robar la carta) y la policía como el Rey no pudieron más que no ver, por la posición en que esa carta, como significante, los ponía subjetivamente; así cualquier persona es determinada en su posición subjetiva (lugar desde el cual se le puede hablar a los demás) por los significantes amos con los cuales, la mayor de la veces sin saberlo, se identifica y con que se dirige a y es hablado por un Otro. Ya para las personas, por ordenarse bajo lo simbólico, no existe el azar ni la suerte en sus propios comportamientos, cada decisión es una “compulsión a la repetición”.

Según esto, ¿cuál es la meta que nos pondríamos en análisis? ¿Es que el sujeto se dé cuenta de que no hay cadena de significantes que en verdad puedan dar una respuesta a su condición de sujeto? ¿Es el aliviar el malestar provocado por una posición subjetiva que choca con la realidad cotidiana de la persona? ¿Es buscar la revelación en el habla de la persona para mostrarle que es lo que falta en su discurso, qué es lo que quiere? Thibaut e Hidalgo (2004) dicen que el psicoanálisis se revela desde Lacan como algo que “ya no se trata únicamente de que lo no consciente diga con claridad qué quiere, sino de promover una reubicación global del sujeto respecto de aquel discurso o de proponerle, en suma, que pueda atenerse a asumir tanto las posibilidades como las responsabilidades de aquella parcela de soberanía que pueda estarle reservada – a condición, por cierto, de recorrer el camino y experimentar sus meandros, vías libres, desvíos y prohibiciones”. Aceptar o cambiar quién se es. ¿Están todos dispuestos a este camino? ¿Es el psicoanálisis, en general, una terapia que llega menos a un fin, en comparación con otras terapias, por esta misma razón? ¿Por qué?

Por Felipe Parra Galaz.