Ayudantía Saúl

lunes, 26 de abril de 2010

“Creo que podemos decir, con seguridad, que los niños “miden” a su analista de ese modo: con un ojo puesto en el padre o madre y el otro en el analista observando la interacción en el momento del encuentro”.

Dado que Meltzer asume como posible un proceso psicoanalítico en niños, resulta seductor preguntarse ¿por que un niño debiera pasar por un análisis?

Freud (1913) afirmaba: “El psicoanálisis no puede menos que preferir a los pacientes que le piden la salud plena en la medida en que sea asequible, y le conceden todo el tiempo que el proceso de restablecimiento necesita”, por lo que se asume siguiendo esta lógica que el niño que consulta es un niño enfermo, donde su análisis debiera terminar cuando éste ya no padezca a causa de sus síntomas y haya superado sus angustias e inhibiciones, y por otro lado el analista juzgue haber hecho conciente en el enfermo tanto lo reprimido e incomprensible, y que ya no quepa temer que se repitan los procesos patológicos en cuestión. Resulta difícil entender que un niño pueda “estar enfermo” y que necesite un análisis para su cura.

Ahora bien, dado que se asume el psicoanálisis en niños, se entiende que los analistas creen conocer la brecha que existe entre lo que ven y pueden describir, lo que creen que ocurre, y lo que realmente sucede con el paciente y el setting. Como es un proceso tan regresivo, estos analistas que trabajan con niños, ¿son capaces de comprender y manejar su propia contratransferencia? ¿Qué les provoca lo que sucede en el setting con su paciente? ¿Cómo realizan las interpretaciones?

Por Rodrigo Gutiérrez

5 comentarios:

  1. Ante la pregunta propuesta de ¿Por qué un niño debiera pasar por un análisis? Creo que a veces es fácil caer e la idealización de la infancia, mirarla con añoranza como aquella época en que todo era fácil y uno era feliz. Pero la realidad es muy distinta, sobre todo para los niños un trauma, duelo o un acontecimiento importante, pueden tener profundas consecuencias tanto en su personalidad como en su vida cotidiana. Por lo que creo que NO resulta tan difícil entender que un niño pueda estar enfermo y que necesite un análisis. Creo que de hecho, es algo esencial como medio preventivo de futuras complicaciones tanto en la adolescencia como en la adultez. Pero acá no estoy diciendo que el niño siempre es un buen candidato de análisis o que todo niño debería pasar por este proceso, creo que hay que tener confianza en el desarrollo y en como este evolucionará, no es tan solo un acompañar el desarrollo del niño viendo de cerca que no se desvié o estanque. Creo que son los casos mas graves, donde se evidencia una clara desviación en el desarrollo o donde se ve cierta patología, en los cuales es esencial tomar responsabilidad y llevar al niño a análisis. Como dice Meltzer la niñez es muy conflictiva, por la intensidad del material pulsional y si un niño esta con problemas reales no hay que dejarle todo el destino, se hace imprescindible intervenir.
    ¿Es el niño analizable? Yo creo firmemente que sí, que aunque hay una franja importante por cierta limitación del niño con el lenguaje, es a través del juego como uno puede acceder e intervenir en los conflictos y temáticas del niño. El juego es un medio de comunicación con el niño, por lo que el lenguaje y su capacidad de comprensión, son tratados a través de esta técnica. El niño es sujeto de análisis, ya que se trabaja en la sesión con una persona en donde habrá transferencia, contratransferencia, posibilidad de interpretar etc. Creo que no es necesario ser un niño para entender a un niño, el analista a través de su formación es capaz de darle una lectura a como el niño juega y se relaciona. Y tomando en cuenta lo discutido en las clases pasadas, sobre los aspectos técnicos del psicoanálisis, creo que sobre todo en el caso de trabajar con niños es esencial la flexibilidad del terapeuta. Evitar rigidizarse en pautas convencionales de actuar, ya que al trabajar con un niño esta supuesta necesidad de “neutralidad” del terapeuta se hace en mayor grado inalcanzable.

    ResponderEliminar
  2. Desde mi gran ignorancia de la terapia infantil, podría decir que sí es posible. Sin embargo, creo que hay ciertos matices al respecto. El psicoanálisis como se comprendió al principio, con la abreacción y la cura por la palabra, debe tomar una postura distinta y aprender a utilizar los códigos del niño. Sí, está el juego, pero mi impresión es que también hay cosas que van mucho más allá de eso. Creo que en estas terapias, en especial, hay que estar atento a la contratransferencia, porque lo que se transmite no siempre es verbal, sino mucho de sentimientos. Mi impresión es que es un espacio mucho más de afectos y de afectos que muchas veces no pueden ni siquiera nombrarse. Como la falta básica que propone Balint, quizás un espacio productivo, pero casi inalcanzable a través del razonamiento adulto. Creo que antes de poder entenderlo, uno debiera poder sentirlo, empatizar con él. Por esta misma razón, se hace muy difícil pensar en un terapeuta extremadamente neutral, puede ser incluso un poco agresivo para el niño tanta rigidez, pero sí alguien que tenga control sobre lo que está haciendo. La idea no es tampoco que actúe acorde a su contratransferencia, debiera estar siempre en una actitud de reflexión para tomar conciencia de esto y utilizarlo como material en el análisis. Creo que más que con cualquier otro paciente, se da un espacio donde se requiere mayor flexibilidad, y quizás las interpretaciones intuitivas de las que habla Meltzer son más fecundas en este escenario. Quizás son más arriesgadas, pero es un riesgo necesario, probablemente, para poder adentrarse en el mundo psíquico de un niño. Implica un involucramiento personal mayor, un encuentro más profundo con el paciente. Dice Meltzer: "el analista, expuesto a las actividades del paciente, tiene una experiencia que es esencialmente personal y que luego utiliza, con la ayuda de su bagaje teórico, para explorar el significado de la relación que tiene lugar en esa habitación, en esos momentos". Es una interpretación que se juega en el aquí y el ahora, un poco también a la manera en que los niños experiencian su vida, para ellos el futuro y el pasado son demasiado lejanos, sólo tienen el presente y en éste se juega su experiencia.

    ResponderEliminar
  3. En base a lo planteado anteriormente, concuerdo con que el niño no debe ser idealizado como una etapa feliz en que las preocupaciones no existían, en primer término porque el niño no es una forma menos compleja que un adulto (en este sentido no es un adulto pequeño, o una persona que aún no alcanza ciertas potencialidades) sino que es una etapa en sí misma, la que como hablamos en la ayudantía está repleta de conflictos y elementos que van movilizando al niño.
    Me parece que un niño sí puede ser analizable, siempre y cuando se tenga en vista la particularidad que tiene en comparación con un adulto.
    Creo que no es tan difícil pensar que un niño padece de una enfermedad o un malestar psíquico. Y a su vez el profesional que trabaja con niños debe ser formado en esto, para poder trabajar con lo que se plantea en el primer escrito: sus contratransferencias, realizar interpretaciones, etc. Creo que la formación contínua de quién trabaja con niños es fundamental, la que debe ser diferenciada en variables aspectos con la de adultos ya que las formaciones en que los niños expresan su mundo interno e inconciente son disímiles. Por ejemplo es más probable que un niño lo podamos comprender a través de su juego, a que nos cuente uno de sus sueños, o podamos interpretar abiertamente sus actos fallidos.
    Creo que si bien las interpretaciones no son recibidas de igual manera un niño que por un adulto, ambos merecen el mismo derecho a la cura psicoanlítica, para como dice Pilar poder prevenir un trastorno mantenido en el tiempo que puede ser aún más difícil de desarraigar.

    ResponderEliminar
  4. Con respecto a si es posible y cuándo es posible un psicoanálisis de niños, me parece que es una pregunta que da para mucha discusión. Yo por mi parte pienso que si es posible, pero decir cómo me cuesta ya más, pues como bien se plantea en la reflexión, hay muchas cosas a las que hay que tener en cuenta: el que los niños nos midan con la vara de los padres, la contratransferencia de uno al verse reflejado en un niño, las exigencias de los padres, etc.
    Al pensar psicoanálisis y niños, yo lo primero que pienso es en la escuela kleiniana. Desde aquí usamos el juego, las proyecciones e identificaciones proyectivas para conocer cómo funciona el icc de un niño, como es su dinámica, tópica y economía. Sin embargo, siempre me ha resultado complicado de imaginar cómo darle una interpretación kleiniana a un niño pequeño. Aunque la incomprensión de los penes y pechos buenos y malos dentro del vientre de la madre puede, para alguien no familiarizado con los conceptos, confundir (al igual que en cualquier teoría) hay algo del hecho mismo de la interpretación en niños que me parece exigente y obligado. Desde Meltzer tanto una interpretación rutinaria como una intuitiva pueden estar más expuestas al fracaso que en adultos. Porque, creo yo, una interpretación rutinaria que se apoya en lo consciente y en la teoría puede fácilmente aburrir, impactar (por lo inentendible) o en un caso extremo psicotizar a un niño que se ve de repente escuchando como quiere hacerle daño a su madre, tal vez de una forma que ni siquiera puede imaginar. Y una interpretación intuitiva, que requiere una igualdad entre el analista y el analizado (cosa difícil para un niño frente a un adulto, más sobre todo en transferencia) y que tiene como objetivo devolverle un objeto completo al niño, me parece que es más difícil de realizar pues requiere de una madurez de la persona de ser capaz de tolerar la culpa y la cantidad de afectos depresivos que se pueden llegar a dar en esta interacción. Es por esto que me parece que en niños la interpretación está más expuesta a fallar y concuerdo con los comentarios anteriores de que con niños el analista debe ser más flexible que nunca en la técnica, claramente teniendo un fin o una meta en mente (que debe estar dispuesta a cambiar si es necesario).
    Y hablando de tener una meta en mente, me es difícil ver el tema de por qué un niño va a entrar en análisis y con qué objetivo, cuál es el fin. Y esto para todas las teorías psicoanalíticas. Porque si el fin es desarticular el sentido y hacer que el paciente pueda preguntarse sobre éste y de esta forma funcionar más libre en lo cotidiano, me parece complicado que un niño llegue a hacer ésto. Lo mismo para la entrada de análisis, puede ser difícil que un niño (tanto tenga síntomas neuróticos, psicóticos o reaccione frente a un trauma) puede preguntarse y plantearse que hay otra forma de vivir la vida. Puede desear que las cosas pasen distinto, pero en él no está este cambio. De esta manera nunca llega un paciente niño consultando sobre el dolor de su vida, su malestar, siempre es traído, siempre el malestar es visto por otros, aunque el niño sufra, el malestar de ese sufrimiento (y la demanda de un cambio) es de otro.
    Es por esto que veo al psicoanálisis de niños como más complicado, porque hay mucha más responsabilidad que en uno de adultos: hay que responderle a los padres, al psicoanálisis (en tanto tener en cuenta la evolución de un niño), a uno mismo (en reprimir la posibilidad contratransferencial de querer moldear a un niño para que no viva los conflictos propios) y por último al niño mismo. Quizás aquí este la respuesta de una meta del análisis de niños, ver qué quiere ese niño-paciente, qué desea fervientemente. Si hay la suficiente flexibilidad para escuchar a un niño también puede haber la misma flexibilidad para ayudarlo de distintas formas y así lograr un bien para él.

    ResponderEliminar
  5. Al tomar la discusión respecto a los niños en terapia, pienso que los niños si debieran pasar por un análisis, pero no todos los niños. ¿Quiénes entonces?, los niños “enfermos” (más bien para mi “a los que enferman o enfermamos”), En este sentido, evaluar el grado de enfermedad de un niño, es relevante que sea en torno a varios factores (ciclo vital, entorno familiar, particularidades psíquicas del niño, etc), porque aun existen factores no resueltos totalmente en el menor, ante los cuales intervendremos y es preciso realizarlo desde una responsabilidad adecuada frente al “paciente” que tenemos en frente (o mas bien al paciente que nos traen en frente). El niño es aún un ser en desarrollo, por tanto las intervenciones tendrán un impacto en el posterior crecimiento, que no es similar al realizado en un adulto. En este

    Respecto al terapeuta y como maneja sus propios aspectos contratransferenciales, creo que es vital tener amplios conocimientos no solo en torno a lo que “nos provoca” el niño, sino también a como fue nuestro propio proceso de infancia y relacion con figuras significativas. Esto debido a que creo, si bien la terapia con niños es un espacio más rico y flexible en cuanto a las técnicas que se pueden utilizar y las cuales no solo remiten a la “cura por la palabra”, también es un espacio en que se juegan de manera relevante muchos aspectos regresivos del paciente, y que aluden directamente a los espacios “infantiles” del terapeuta

    Además, es relevante considerar que la terapia con niños se vuelve un espacio compartido y muy complejo, en el que solo no está presente el niño, sino también los padres “reales”, ante los cuales también debemos “hacer análisis” en cierta medida, en función de los niños, y considerando que los padres traen una demanda explícita de ayuda al terapeuta.

    En este sentido la complicación para mi en análisis con niño surge de la interrogante ¿Cómo responder a una demanda que emerge de los padres y no del niño completamente?. En este sentido, porque cuando se trabaja con un paciente adulto, se intentan modificar aspectos de su propio malestar. ¿Qué se modifica (o debiese modificarse) de un niño?¿cual es efectivamente su propio malestar?. Son preguntas relevantes que creo es necesario realizarse antes de “analizar” a un niño.

    ResponderEliminar